lunes, 11 de abril de 2011

Ricardo Pamplona


Severino es un gran aficionado a la música. Pasa tardes enteras escuchando música y escuadriñando viejos almanaques. Siempre ha sido un encendido defensor de la obra del maestro Ricardo Pamplona hasta tal punto que, frente a aquellos que decían que no era más que otro compositor del costumbrismo más rancio, mantenía una mueca de desprecio seguido en la mayoría de los casos de un gesto de desdén, sabedor de que es el único intelectualmente capaz de apreciar la hondura y calidad de esa obra musical; a ojos experimentados, vacía y desprovista de interés. A Severino no le importan lo que digan ni los parroquianos del Café-Bar España ni los criticones de músicas de los periódicos y revistas, simplemente, se le eriza el bello cuando en el recogimiento de su salita de estar escucha las primeras notas de “Deseo Andaluz” en su radiocassete radiola, es entonces cuando piensa que la vida, a pesar de todas las miserias de este perro mundo, es bella.

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